Esta es una crónica que hice de la exposición fotográfica que llevaba por título: Indicios; de la artista, Milagros de la Torre. Estas imágenes fueron expuestas en el Museo de Arte de Lima (MALI) para la Bienal de Fotografía y sin duda me comunicó mucho, hasta podría decir que dialogue un poco con las imágenes. Aquí les dejo con la crónica y espero que, después que lo lean, haya podido transmitirles al menos un poquito de lo que me hizo sentir ver estas imágenes. Si en caso ya no alcanzan a ir al MALI algunas fotos las han bajado a google, ahi podrían ver algunas.
Se encuentra, parcialmente, el marco de una puerta al parecer de metal sobre un fondo oscuro. En él recae un brillo, una luz, una claridad que me da la sensación de que estuviera aquí donde yo estoy. Solo veo la manija, ese marco y esa luz, todo lo demás es negro y no sé exactamente qué me pide lo que veo. Me proyecto y pienso, siento su energía y no sé si atreverme. No sé a dónde me lleve esa puerta; si es transparente, no hay nada; si es transparente, quizá este vacío o de repente, si es transparente, me lleve a un todo, al inicio o al fin. No sé si está cerrada o me invita abrirla. Ocurre inevitablemente un desconcierto, un miedo al destino.
Indicios, probablemente, sean solo indicios, pero ¿hasta qué punto son ‘solo’ indicios? Me rodean los indicios de Milagros de la Torre, sus pistas me sugieren historias y es mejor tratar de no perderse en ellas, es mejor seguirlas o imaginarlas. Ella, sin duda, las vivió, y ahora, nos regala sus imágenes, fotografías en escala de grises, que respetan el volumen, la distancia y el significado para ella y, claro, respetan, también, nuestra sensibilidad y solitario cuerpo humano.
Tríptico: camisa de fuerza |
Camino algunos pasos más allá, y me encuentro, nuevamente, con ese fondo, la oscuridad. Esta vez, la sensación es diferente, es completamente íntima. Hay alguien detrás de esa imagen, o hubo alguien detrás de esa imagen, quien sabe, está escondido. Ese alguien, dejó una pelota de trapo sobre una mesa, dejó flotando su camisa de fuerza, se olvidó del médico, y ese médico dejó olvidados sus recipientes quirúrgicos, que ahora se oxidan sobre esa mesa. Tal vez, ese alguien, el médico y, porque no, yo, o tú, seamos frágiles física y mentalmente en esta realidad terrestre y con nuestro efímero cuerpo. “Últimas cosas”, así se llama este tríptico que, posiblemente, en otra dimensión escapó de un centro psiquiátrico y ahora se exponen para introducirte, si uno quiere, en aquel espacio.
Todas las imágenes de Milagros, tienen una carga emocional fuerte que alude al lado oscuro de la naturaleza humana. El lado oscuro, precisamente, no tiene que ser malo, tampoco, puedo decir que puede ser bueno, lo que puedo afirmar es que es intrigante, y el miedo es un elemento que cae por su propio peso.
Hay rostros. Caras que miran directamente, expresiones que hablan con la luz y la oscuridad, con el blanco y el negro. Cargadas de sombras vivas. Ellos, pueden ser culpables o inocentes, buenos o malos, protagonistas o testigos. De cabellos y ojos
extremadamente luminosos, con un aire rojizo en la faz y detalles que solo son visibles “Bajo el Sol Negro”.
extremadamente luminosos, con un aire rojizo en la faz y detalles que solo son visibles “Bajo el Sol Negro”.
En algún momento sueñas despierto, fijas la mirada y creas escenas. Cuando estás propenso a sufrir o a darle un poco de emoción al contexto, siendo consciente que no está sucediendo, puedes imaginar hechos terribles. En los que digas, después, nunca más, ojalá que no pase, menos mal que fue un sueño, menos mal que estoy lejos, menos mal que estoy delante de esa imagen.
“Punzocortante”, son los cuchillos viejos en sepia, intactos, y detenidos en el tiempo, protegidos por una línea creada, para no acercarse tanto, para que la historia que desencadena no se vuelva personal, para que sea solo vista a una distancia prudente. Hay una víctima invisible que dice, no quiero ver, prefiero olvidarlo. Y ahí, ahí dejo esa desesperación calmada, esa cosa pasada, ese recuerdo terrible.
Aquí, en todo, habita un misterio. Milagros rescató componentes de sucesos en dónde siempre hubo un inocente. Recogió las pruebas. Y yo, percibo la muerte, la inseguridad, la desgracia y el peligro. Uno nunca sabe cuando puede dar un paso en falso, un paso perdido, cuando el inocente seré yo. Los pasos perdidos de Milagros, son toscos, pareciera que van a saltar de la imagen y cobrar vida. Un cinturón, cocaína, un vestido, todos elementos que fueron propiedad de un ser humano que perdió la razón y que producen temor a la humanidad, más que solo de esos personajes.
Por ahí se vislumbra un color; bajito, sutil, suave, casi imperceptible, pero ahí está, dialogando con el blanco y el negro. Protegiendo el intelecto, la razón, la vista y el olfato. Ahí veo los cascos, imagino con gusto que pudo ser de un valiente, pero, se me escalofría la piel, cuando recuerdo el concepto y las demás fotos, entonces, puedo sospechar que aquellos cascos estuvieron en un gran conflicto, en donde una vez más, existió un culpable.
Hace falta saber protegerse en un mundo lleno de disturbios mentales. Una camisa de fuerza; no da la solución, un chaleco; una casaca; una bella camisa antibalas; no da la solución, una familia antigua en blanco y negro, ya desapareció. Esos objetos de quienes dieron pasos perdidos, ya fueron, ahora son otros, un rostro que pareciera que hablara, pero no dice nada, tampoco da la solución. Esos cuchillos; vivieron, viven y vivirán. Esos carros blindados que se muestran inofensivos y lindos, siempre seguirán estando blindados, porque así fueron construidos. El libro, lleno de borrones, ya no tiene solución. Solo queda esa puerta, y no estoy segura si abrirla.
camisa antibalas-Milagros de la Torre |
Muy buena crónica, redactada prolijamente y muy sincera
ResponderEliminarme gusta :)